Me gustaría que se me recordara, lo primero de todo, como alguien profunda e íntegramente fiel. No me refiero sólo a la fidelidad carnal (que también), sino como persona leal a quien creo que le debo lealtad, de forma indiscutible, irracional y como muestra suprema e insuperable de afecto. En este sentido, dentro del concepto de fidelidad, me gustaría que también se me asociara a la honestidad. Creo que esto es una cualidad adquirida en base a lo que hay; nunca se me dio bien mentir, o más bien nunca me sentí cómodo mintiendo. Quizás por eso he mentido poco, creo, en mi vida.
Hay una canción de Warcry, Tú mismo, que dice "A cada sueño, cada idea, cada amor entrégate con pasión". Creo que resume bastante bien los ímpetus con los que he intentado recibir de entrada los sueños, las ideas y los amores. No obstante, tal vez mi tendencia impenitente al derrotismo haya hecho que habitualmente esa pasión haya mutado en escepticismo. Y tal vez, por profecía auto-cumplida, eso explique que, finalmente, haya fracasado más frecuentemente de lo que me habría gustado.
Siempre me ha gustado respetar las circunstancias de cada persona, porque son las que, en gran medida, pueden explicar los comportamientos e incluso la personalidad de cada uno. Ya lo dijo Ortega: "Yo soy yo y mis circunstancias". Creo que, en concreto, y aunque no me gusta que cada uno eluda sus responsabilidades echando la culpa al empedrado, mis circunstancias explican en gran medida muchos de mis defectos. Lamentablemente el principal condicionante de mi vida no puede cambiarse, e intento ser discreto con él y confiarlo sólo a quienes creo que merecen conocerlo. Me gustaría pensar que, aunque ponerse en los zapatos de alguien como yo es imposible para otra persona, sí haya podido despertar cierta empatía en aquéllos en quienes he confiado.
Sin pretender ser carca, siempre he creído que la mejor manera de pedir ayuda a alguien es con un por favor por delante y un gracias como cierre. Los modos, por supuesto, hay que cuidarlos, y así he intentado hacerlo con la gente que me ha importado. Nunca he considerado gesto de mayor aprecio, o incluso amor, que desear buenos días por la mañana y buenas noches al acostarse. La vida es un todo que se construye a base de momentos, y desearle a alguien que tenga un día feliz es, en suma, desearle que ese momento de su vida sea feliz, y en última instancia, que su vida sea feliz. No minusvaloremos esos gestos sólo porque puedan parecer rutinarios.
Y de esos detalles viene otra cualidad que siempre he ambicionado, y que con más éxito que fracaso, creo que he conseguido en esencia: ser detallista. Pensar en los demás es el mayor demostrativo de altruismo que se puede tener, y acordarse de que a alguien le gusta X y procurar que por su cumpleaños tenga ese X de regalo, o porque siempre ha tenido ganas de ese X y por lo que sea no ha podido conseguirlo, o simplemente porque sí, es una forma preciosa de rendir un tributo especial a ese alguien.
Todo es política, nos guste o no. Y priorizar a los demás sobre los intereses particulares de uno mismo es lo que creo que define a las personas buenas. Creo que a casi nadie se le escapa que siempre me he considerado un hombre de izquierdas, agnóstico y republicano. Espero que los años que me quedan hasta que descanse bajo tierra pueda mantener esas convicciones. Y espero seguir tolerando y comprendiendo a quienes piensan de forma distinta.
Como creo que una de las cosas a las que hay que aspirar es a ser consecuente, y en consecuencia con lo antedicho, no me gustaría que se me despidiera con una ceremonia religiosa. Y, ya en materias más morbosas, me gustaría ser incinerado. Las cenizas suelen ser esparcidas donde la persona fallecida ha sido más feliz. Como yo no creo haber sido especialmente feliz en ningún lugar en concreto, no considero necesario dejar instrucciones específicas a este respecto.
Vivir es mucho más difícil de lo que se piensa cuando se imagina en abstracto. El mundo es cruel, y no todas las personas están preparadas para disfrutar de él. Como idea, me gustaría tener hijos, pero cuando uno se pone a dar vueltas al asunto, coincide con Pío Baroja y su rechazo a traer a criaturas inocentes a un mundo hostil en que todo son dificultades y zancadillas. Además, como de momento nadie se presta a ello, no es una posibilidad que me plantee por el momento. Pero me gustan los niños, porque representan lo más puro de la humanidad, antes de que a base de ver ejemplos viciosos y llevarse palos, se acaben corrompiendo.
Como suelo decir con bastante frecuencia, no me gustaría pensar que les he podido molestar con este escrito. Yo nunca quiero molestar a nadie, y menos a quienes se toman la molestia de leer lo poco interesante que tengo que decirles. Sólo quiero agradecerles de todo corazón por ser mis lectores, por haber aguantado arduas reflexiones y por, la mayor parte de las veces, acompañarme aunque sea virtualmente cuando he podido necesitarlo. Sepan que a veces he sido demasiado miope para poder verlo con nitidez.
Qué irónico en un oftalmólogo.
